martes, 1 de julio de 2025

Pirineos 2025 (1). Preparación.

Tras hacer el año pasado la Quebrantahuesos, y escaparme el día después a Francia para revisitar el Tourmalet, me vino el impulso durante la ascensión, de volver a organizar una “expedición” a los Pirineos, como la de 2016, incluyendo la participación en la Pyrénéenne y de vuelta por Jerez, tras comentarlo con los del grupo “Ciclismo Jerezano”, enseguida Jesús Caro y Jesús Reyes se subieron al carro. Tampoco queríamos ser muchos más para no complicar la logística, pero finalmente también se apuntaron Juan Sánchez, con la condición de ir con la eléctrica, ya que no se veía para sufrir tanto, y el “último fichaje”, Sergio Prado, compañero de El Puerto, con el que habíamos coincidido un par de veces por la carretera, pero que le pareció un plan estupendo. 

Para este 2025, la Pyrénéenne preparaba una edición especial en homenaje a Luc Leblanc coincidiendo que el Tour tenía previsto un final de etapa en Hautacam, y que éste resultó ganador allí en 1994, por delante de Miguel Induráin. Así, al recorrido clásico, con los pasos por el Tourmalet, col de Aspin y Hourquette d’Ancizan, se añadía una versión xtreme, con final en Hautacam, resultando unos números de miedo: 185 km y +4.800 m. de desnivel. 

Evidentemente había que hacer una preparación adecuada, si queríamos tener opción de terminar, por lo que programamos una serie de rutas durante los meses de mayo y junio, aumentando paulatinamente su dureza.


Comenzamos con un buen fondito, saliendo de Jerez para subir Puerto Gáliz desde Alcalá de los Gazules, en el que nos juntamos los cinco del equipo, más otros compañeros que quisieron unirse como “Abrahansem”, “Bernardo Hinault” o “Dani van der Poel”, que a mí en particular  me exprimieron bastante, completando 150 km y cerca de 1.800 m a casi 28 km/h de media.

Grupo "Ciclismo Jerezano" en Puerto Gáliz.

Destacar el paso por el "Puente PIcao" a la vuelta, donde pudimos comprobar los efectos de las lluvias de Abril y Mayo, que han hecho posible que el embalse de Guadalcacín recuperara un nivel, que ya creíamos que nunca volveríamos a ver.

Paso por el Puente del Picao.

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Para la siguiente, lo previsto era llegar a Medina Sidonia, y hacer allí siete subidas por las diferentes vertientes que podemos encontrar, incluyendo “emboscadas”,  como la subida del Picaero, con un tramo inicial de tierra y luego rampas de hormigón de hasta el 20% de pendiente. Se hizo bastante duro, superando los 2.000 m de desnivel acumulado, en 123km.  

Además de los dos Jesús, se unieron otros compañeros, como Rocío que estaba preparando la QH y le venía bien compartir estas rutas.

Subida a Medina por "Santana".


Iglesia Mayor de Medina Sidonia

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El primer contacto con la sierra, quisimos hacerlo por la zona de las Buitreras, ya que la última vez que estuvimos allí, nos encontramos la carretera en obras y pasamos en modo gravel, por lo que tras tener confirmación de que ya habían terminado de arreglarla, había que volver para ver cómo había quedado.

Salimos desde Ubrique, dirección a Cortes, subiendo de inicio el Mojón de la Víbora y a continuación, El puerto del Espino, para desviarnos hacia Gaucín y bajar a la Estación de Colmenar. Tras paradita para avituallar, afrontamos el exigente primer tramo de la subida a las Buitreras, encontrando ya el asfalto recién echado en el tramito de bajada, y en la subida final hasta el cruce de la ctra de Cortes, resultando simplemente deliciosa.



Carretera de las Buitreras.

En cuanto a números, subimos el listón hasta los 2.200 m de desnivel acumulado, en algo menos de 100 km.

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Aunque habíamos planteado aprovechar el festivo del 1 de Mayo para desplazarnos a Granada y hacer una rutilla por Sierra Nevada, lo tuvimos que ir aplazando por diversos motivos, hasta el 18 de mayo y aunque finalmente solo podíamos ir Jesús Reyes y yo, decidimos no retrasarlo más, sirviéndome además para probar en alta montaña mi nueva adquisición: la Orbea Terra, tuneada para carretera con cubiertas de 25 mm y monoplato de 46 dientes.

El resultado, un día excepcional realizando un duro recorrido con cerca de 3.000 m de desnivel acumulado, subiendo para "calentar" el Collado del Alguacil y tras la bajada, siguiendo por el Duque hasta El Dornajo, y de allí hasta Borreguiles, aún con bastante nieve.


Sierra Nevada desde el Collado del Alguacil.


Borreguiles.

Y lo mejor al final…habíamos parado a tomar una cocacola en la Hoya de la Mora, y al iniciar el descenso, vi a lo lejos un coche del UAE aparcado. Conforme nos acercábamos,  distinguí a un ciclista parado al lado y empecé a intuir quién era…y efectivamente, se trataba del maestro Tadej Pogačar, que a pesar de estar en pleno avituallamiento, no le importó que nos hiciéramos una foto con él, por lo que la experiencia fue  de las que nunca se olvidan…Por cierto, también nos cruzamos en el descenso con Renco Evenepoel



Sí que pudimos estar los cuatro “jerezanos” del grupo, en la ruta  por la Sierra de Grazalema, en la subimos  de inicio el Boyar, para dar después dos vueltas al circuito “Grazalema-Gaidovar-Ribera-Zahara-Las Palomas”.

La segunda subida a Las Palomas, se hizo larga, pero resultó un buen entrenamiento, con cerca de 3.000 m de desbivel acumulado.


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El siguiente fin de semana tuve que ir a Linares por temas familiares, y aunque pude aprovechar para hacer algo, tuvo que ser en solitario. La idea, ascender la Pandera para hacer la prueba definitiva con el monoplato.

La salida desde Jaén capital, hacia el embalse del Quiebrajano  para subir las Coberteras, encontrando la carretera mucho peor que la última vez que lo pasé, con tramos más propios de gravel, que me iban recordando el etapón de La Finestre del Giro, que se disputó el día antes.

Tras coronar, descenso hacia Valdepeñas de Jaén, y giro en el cruce hacia Los Villares, iniciando la primera parte del ascenso, ya bastante exigente, hasta encontrar la entrada al “infierno”… pero la verdad es que sorprendentemente, en la parte más dura, con el 46 x 44, iba bastante cómodo, y pude llegar a la cima con relativa facilidad.

La Pandera.

Quedaba volver a Jaén, y aunque casi todo era ya terreno favorable, en el repecho de Los Villares, acusé el esfuerzo anterior, terminando algo apajarado, pero con la decisión tomada de ir a los Pirineos con la Terra.

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Tocaba a continuación una de las rutas que más me apetecía, la de la Serranía de Ronda, y aunque tuvimos que recortarla bastante, debido al sofocante calor que nos hizo, no defraudó, tal como se deduce de la crónica hecha por Juan Sánchez, y que con su permiso, comparto por aquí:

Extraordinaria ruta a la que solo le ha sobrado el calor, el encuentro con los pueblos y rincones de la Serranía de Ronda descubriendo como los bandoleros pendientes que en cualquier momento se pueden convertir en una emboscada, pueblos con sus vecinos encerrados en sus casas y comercios que recuerdan los almacenes de siempre. El paso por Ronda entrando por la Puerta de Almocábar, visitando su Tajo y saludando a los turistas que desafiaban el sol del mediodía en la Real Maestranza, nos ha gratificado el esfuerzo realizado. Hoy todos nos hemos vuelto a encontrar con las sensaciones que los esfuerzo prolongados y el calor extremo ponen al descubierto y permite evaluar y prevenir las consecuencias que las mismas nos han producido. Ha sido un placer compartir ruta y almuerzo con Rocío, Jesús Caro, Jesús Reyes y Antonio. Por la próxima

Nacimiento del río Genal. Igualeja.

En el Tajo de Ronda.

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Intercalada entre estas rutas de preparación, teníamos la Gran Fondo Sierra Morena, que celebraba este año su primera edición, a la que me inscribí junto a Jesús Reyes y Sergio, por la novedad.

El terreno ya lo concocía de otras ocasiones y sabía lo que esperaba, sobre todo si hacía calor, pero lo que no me imaginaba era como iba a ser el desarrollo de la prueba, y es que los primeros 60 km fueron neutralizados, tras el coche de la organización, con continuos acelerones y frenazos, lo que unido a una larga parada obligatoria en el avituallamiento de Palma del Río, hizo que cundiera el desánimo, llegando incluso a pensar en quitarme el dorsal y seguir por mi cuenta. Al menos el parón sirvió para encontrarme con Alejandro Valverde que andaba por allí como invitado, y hacerme una foto con él.

Con Valverde.

Cuando se reanudó la marcha, ya sí se lanzó a velocidad libre, pero ya la falta de motivación, impedía dar el máximo. Además, el retraso acumulado hizo que el tramo cronometrado lo empezáramos tarde,  con el calor apretando, y con poca agua, al no haber algún punto de avituallamiento intermedio. Todo esto me ocasionó pasarlo realmente mal en el puerto de Artafí, el más exigente del recorrido, estando a punto de echar pie a tierra en varias ocasiones…llegué como pude a Trassierra, donde en el avituallamiento nos regaron a los que llegábamos con una manguera, a lo que no me resistí.





El último despropósito fue que a la llegada a Córdoba, no había señalización hasta la llegada a meta, teniendo que improvisar cómo terminar el recorrido.




En definitiva, un pequeño chasco, aunque incomprensiblemente me clasifiqué entre los 350 a los que tomaron tiempo en el tramo cronometrado, de los supuestos 1.500 participantes, cuando mi sensación fue de haberlo hecho de pena.

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El último entrenamiento serio, como ya he comentado en otras ocasiones, sería en mi lugar favorito; la Sierra Bermeja, donde aprovechando sus particulares características, es posible simular un recorrido tan extremo como el de la Pyreenenne:  Sallida desde Bahía de Casares, hacia Estepona para subir directo a Los Reales por Peñas Blancas (Tourmalet), luego bajada a Genalguacil y ascenso del Puerto de Jubrique (Aspin), bajada hasta el Genal y subida del Espino (Hourquette d'Ancizan), para terminar bajando por Gaucin con el repecho de Casares (muro de Neullh) por medio. Nos quedaría volver a subir Peñas Blancas (Hautacam), para llegar a la meta, pero eso ni se planteaba. Ya se verá si lo conseguimos en Francia.



Comparativa altimetrias Tourmalet/Peñas Balncas-Los Reales.

La subida a Los Reales, no se hizo tan larga como cabía esperar, al sumar 20 km de continua ascensión, en cambio, la de Jubrique, de solo 6 km, sí que resultó más complicada de lo que esperaba, al encontrar numerosas rampas de doble dígito, al igual que el repecho final antes de Casares, más largo de lo que recordaba.

Mirador de los Reales.

De las espectaculares vistas sobre la costa desde los Reales, los paisajes increíbles y  pueblos con encanto que atravesamos (Genalguacil, Jubrique, Algatocín, Gaucín y Casares) y las paronámicas desde algunos miradores de la carretera de Ronda, divisando hasta África, no hace falta decir mucho más.

Para rematar como de costumbre, bañito y almuerzo en la playa, ultimando los detalles del viaje a los Pirineos, con la tarea ya hecha. Agradecer la compañía a los amigos que se han unido en algunas de estas rutas, especialmente a Alberto Sánchez, por ser el  que lo ha hecho con más asiduidad.


Ya conteremos…

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