Cuando organicé el viaje a Madeira, con la complicidad de mi hija, super fan de Cristiano Ronaldo, no podía sospechar todas las complicaciones que me iban a surgir los días previos, y que han ocasionado que la experiencia haya tenido un sabor agridulce. La Isla es todo un espectáculo, pero para andar en bici, hay que estar muy en forma, ya que con una topografía tan abrupta, cualquier trayecto presenta una dureza extrema.
El fin de semana antes del viaje, estaba inscrito en una prueba en La Mancha, la Gigante de Ruidera gravel, pero no llegué a ir porque dos días antes, sin saber cómo desperté en un Hospital. Desorientado pregunté a la enfermera que no entendía por qué estaba allí y que si mi mujer lo sabía. Me dijo que si, que había estado hablando con ella y que esperara a que el doctor me explicara qué había pasado. No conseguía recordar nada y lo primero que pensé es que me habría caído con la bici, pero resulta que fue en casa, colocando los toldos del patio, lo que en cierto modo supuso un “alivió”. Me dijeron que todo estaba bien y me dieron el alta, enterándome poco a poco de todo lo que había pasado.
El viernes lo pasé reposando y el sábado, aunque tenía algunas molestias por los golpes, incluso me vi como para salir con el Club. No estaba al 100%, pero lo justo para que no me estuvieran que esperar mucho en el Picacho, punto de reagrupamiento. Pero a la vuelta, empecé a sentir un dolor en la zona del riñón, donde me había golpeado, que fue aumentando hasta el punto de tener que parar. Un poco asustado pensando que podría ser alguna lesión interna por la caída, llámanos al 112. Por cierto, muchas gracias a los compañeros que se quedaron conmigo hasta que llegó la ambulancia y disculpas al resto por "fastidiar" un poco la salida.
Me
trataron en el Centro de Salud de La Barca y enseguida se cortó el
dolor y vino mi mujer a recogerme, no sin ganarme una buena bronca.
Pero
el resto del fin de semana, volvían y se iban los dolores, así que
hubo que volver a pasar por el Hospital y repetir pruebas, con la
"sorpresa" de que lo que tenía era piedra en el riñón,
nada que ver en teoría con la caída.
Empecé a ver peligrar el viaje, pero ya estaba todo pagado, así que la duda era si iría con la bici o no. El resto de la semana estuve renqueante, pero pude probar a rodar, y aunque me sentía con pocas fuerzas, concluí que había que intentarlo.
Y así el viernes nos pusimos en camino, en coche hasta Lisboa para coger allí el avión hasta el aeropuerto de Madeira, impresionante obra de ingeniería construido literalmente sobre el mar. Llegamos ya tarde, sin tiempo para hacer nada apenas, pero el traslado en coche hasta el apartamento que teníamos reservado en Funchal nos permitió disfrutar de la vista nocturna de la ciudad, verdaderamente impresionante.
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Vista nocturna de Funchal |
En bici, el primer objetivo era subir la Pico del Arieiro, el punto accesible más alto de la isla, y que en sus numerosas vertientes ofrece números que dan miedo… en palabras de especialistas, dejan pequeño al Mortirolo. En una de las rutas que había tanteado por la vertiente de Eira do Serrado, me salían 1.800 m de desnivel en 14 km, lo que supone un 13% de media, como el Zoncolan, pero el doble de largo...pero es que hay alguna cuesta, como la del “Camino de Ferro” hasta el Monte Palace, que sube 1.000 m en 5 km, lo que equivale a 5 "Cueñas les Cabres" seguidas.
Evidentemente, no estaba para probar nada así, y tuve que "conformarme" con hacer el trayecto menos inhumano que encontré, alargando hasta los 25 km la subida para rebajar la pendiente media a "solo" un 7,5 %.
Partiendo desde el nivel del mar, los primeros kilómetros hasta salir de Funchal los hice evitando las calles con mayores pendientes, situándose el porcentaje medio en torno al 10%, manteniéndose la subida muy constante por la carretera de Camacha hasta el desvío hacia el Pico, donde suavizaba algo, ya con 1.300 m de desnivel.
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Praça do Povo. Funchal |
Una vez superado el manto de nubes que habitualmente cubre la isla, empecé a tener a la vista la cima, donde se ubica una estación de radar, que sirvió en la parte final de referencia.
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Tramo final subida a Pico Ariero |
Eché cerca de 3 horas para coronar, pero las vistas del paisaje volcánico circundante hicieron que se me olvidara el sufrimiento hasta llegar allí.
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Cima del Pico Ariero |
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Vista Norte desde Pico Ariero. |
El descenso por la vertiente de Eira do Serrado, tras superar algún repechito más de esos al 12%, ya muy rápido hasta la zona urbana de Funchal, donde me lie un poco siguiendo el track, saliendo un par de kilómetros más de lo previsto, llegando a 54 km, y algo más de 2.000 m de desnivel, lo que indica el nivel de dureza de la zona.
CLIC AQUÍ PARA VER RUTA: Pico Ariero (Madeira).
Después de reponerme un poco, nos fuimos de visita turística, hasta el mirador del Cabo Girão, dicen que el acantilado de mayor altitud de Europa, con 580 m de caída vertical y con un suelo de vidrio que daba vértigo. La vista, sin comentarios...
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Mirador del Cabo Girão |
Me propuse sacar un hueco para subir en bici y como después de patear el centro histórico de Funchal, comer en el Restaurante del Hotel CR7, montar en el teleférico y visitar el Monte Palace los niños estaban muy cansados y volvimos pronto al apartamento, tenía un par de horas antes de que anocheciera.
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Estatua CR7. Marina de Funchal |
Pero finalmente cambié de idea y decidí mejor hacer algo por la Punta de San Lorenzo, en el extremo este de la isla, y con un paisaje totalmente árido en contraste con la abundante vegetación del resto de Madeira y con vistas sobre las cercanas Ilhas Desertas...
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Ponta de Rostro |
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Punta de San Lorenzo |
Por el camino, paso por Machico a la ida y a la vuelta, la segunda ciudad más poblada, encajonada entre los acantilados y abierta al mar, y alguna subida de las que el 10% resulta un descansito.
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Vistas de Machico |
Poco más de 30 km, pero cerca de 900 metros más de desnivel, que notaron las piernas, pasando al final junto a la pista de aterrizaje del Aeropuerto.
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Aeropuerto de Madeira |
CLIC AQUÍ PARA VER RUTA: Punta de San Lorenzo (Madeira)
El
día siguiente tocaba la Gran Fondo
Madeira Island, y evidentemente mi único objetivo era
terminarla...los 100 km y 2.700 m de desnivel anunciados no parecían
suponer mucha complicación, pero tal como llegaba, no me podía
fiar.
Y efectivamente, nada más salir vi que no podía seguir el ritmo que puso el grupo desde el inicio y enseguida me fui descolgando, por lo que decidí tomármelo con tranquilidad y dedicarme a disfrutar al máximo del recorrido, que la verdad es que resultó muy completo, pasando desde el nivel del mar, en la zona Norte de la Isla, caracterizada por sus acantilados, a la “alta montaña” por Paul de la Serra, donde la flora (“ganista amarilla”) en su máximo esplendor, ofrecía unos paisajes increíbles. Como curiosidad, la “Cascata do Lombo do Mouro”, vertiendo directamente sobre la carretera.
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Acantilados de São Vicente. Costa Norte de Madeira |
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Subida a Paul de la Serra |
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“Cascata do Lombo do Mouro” |
El descenso hacia São Vicente, con alguna trampa más, a través de una zona de cultivos en bancales por la zona de Vargen, mostrando la isla otra de sus facetas, igualmente llamativa.
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Viñedos de São Vicente |
Los últimos kilómetros por los túneles de la carretera de Ponta Delgada se me hicieron largos, pero por fin entré en la línea de meta, sin importarme haber quedado de los últimos. El pincho de carne a la brasa con patatas asadas que me pusieron de “almorçó”, me supo a gloria…
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Entrada en meta. |
Algunas fotos en carrera...
Seguía teniendo en mente la visita a cabo Girão, pero el cuerpo ya no daba para más, y todavía quedaban cosas que ver con la familia, así que renuncié definitivamente a hacer nada más de bici, para dedicar el tiempo restante a visitar Porto Moniz, donde acabé metiendo las piernas en remojo en sus increíbles piscinas naturales y pasar por las “casas típicas” de Madeira en Santana con sus tejados de paja.
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Piscinas naturales de Porto Moniz |
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Casas Típicas de Madeira en Santana |
Pero lo más impactante fue poder hacer un tramito de la “Levada do Caldeirão Verde”, sendero de los más visitados de Madeira y que desde el Parque de las Queimadas, penetra en el “Bosque de Laurisilva”, uno de los hábitat naturales con más diversidad de plantas por km², declarado Patrimonio Natural de la Humanidad, sorprendente por el porte y las formas de algunos de sus árboles.
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Parque de las Queimadas |
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Levada do Caldeirão Verde |
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Bosque de Laurisilva |
Qué pena no haber tenido más tiempo y fuerzas para haber hecho alguna rutilla en bici por la zona, ya que es uno de los sitios más diferente a todo donde nunca he estado…
En definitiva, como comenté al principio no he vuelto satisfecho al 100%, al no haber podido aprovechar más un viaje tan complicado, aunque lo hecho ha resultado verdaderamente especial, consiguiendo estar de una u otra forma en los principales focos de atracción de la Isla.
Lo próximo en los Pirineos, dentro de poco más de un mes, si es que este año, después de dos ediciones suspendidas por el Covid, puede por fin celebrarse L'Ariégeoise Cyclosportive, y la salud me respeta y puedo ir recuperando la forma, porque ahora mismo no me veo afrontando una prueba de tal dimensión...