viernes, 26 de julio de 2019

L’ETAPE DU TOUR 2019



Si tengo que resumir en una sola línea la experiencia vivida en L’Etape du Tour, diría simplemente que por la logística, el cuidado de los detalles, y sobre todo el recorrido, realmente te hacen sentir que estás participando en una Etapa de la gran Ronda Gala. De tener los medios y posibilidades, sería para repetir año tras año, pero las complicaciones del viaje hasta los Alpes, solo permiten visitar la zona muy de vez en cuando. Y una vez que estaba decidido a ir, las ganas de conocer los grandes colosos alpinos que me faltaban, alguno de los cuales también de paso en el Tour este año, hicieron que el plan fuera más que ambicioso, planificando hasta 4 rutas más, a parte de la prueba.




                                                               Salbertrand

Después de barajar varias opciones, el viaje lo haría en avión hasta Bérgamo (Italia) y de allí hacia Albertville, punto de salida de L’Etape, pillando de paso el Colle delle Finestre,  que lo tenía en la agenda desde hace años y sobre todo tras el desenlace del Giro de 2018 con este puerto como especial protagonista.


La salida la haría desde Molbentrand, pintoresco pueblo donde pasé la noche, y enseguida empecé a encontrar la carretera señalizada para alguna prueba ciclista que se celebraba ese mismo fin de semana. Siguiendo las señales llegué a Susa donde de inmediato comenzaba el puerto, con un cartel con números de miedo: 16 km y 1.600  m de desnivel (10 % de pendiente media..). 








El inicio, por el tipo de carretera y entorno, me recordó al Mortirolo, aunque más suave y ya solo, el tramo asfaltado, es por sí un puerto de entidad de 10 km, equivalente en dureza al Collado del Alguacil en Sierra Nevada, por ejemplo, pero aquí quedaba por delante lo peor, los 6 km de tierra, por donde en un principio se subía bien, pero que iba empeorando conforme se ganaba altura, quedando “clavada” la bici en algunos tramos, con lo que la dureza se multiplicaba. Incluso en alguna curva tuve que poner pie a tierra, nunca mejor dicho, ya que pensaba que me caía…no sé como los pro podía pasar por ahí “atopasto”. 


                                                 Por el sterrato del Colle delle Finestre


Ya que por no atreverme a meter la Orbea nueva en el avión, había vuelto a poner operativa mi antigua Conor (la wave ya no tiene arreglo), el maltrato a la bici era menos “traumático”.







En los últimos kilómetros hizo acto de aparición la niebla, que me privó de ver la vista de gran parte de la subda que se tiene desde la cima. Lo que no faltó fue un selfie como el que publicó Froome en sus redes sociales durante el reconocimiento del puerto.











                                          Cima Colle delle Finestre


La bajada, ya de nuevo por asfalto, muy rápida hasta el cruce de la carretera que lleva a Sestriere, otro lugar emblemático para el ciclismo, varias veces final de etapa en Giro y Tour, y de gestas memorables realzadas por Pantani, Chiappucci, el propio Indurain, o la reciente de Froome.
Sestriere

Tras coronar, ya todo terreno favorable, completando 90 km y 2.400 m de desnivel para “abrir boca”. 

Por curiosidad, busqué qué prueba era la que se disputaba, y resultó ser la Granfondo Sestriere-Colle delle Finiestre, habiendo coincidido con el recorrido intermedio. (El Largo incluía un bucle final con nueva subida a Sestriere por la vertiente opuesta, llegando a 120 km y  + 3.600 m).

CLICK AQUÍ PARA VER RUTA: Salbertrand-Colle delle Finestre-Sestriere


                                                     Saint Etienne de Cuines
Nada más terminar, traslado a Saint Etienne de Cuines, donde establecí el “campo base”, lugar estratégico justo al pie del Col du Glandon, aunque en esta ocasión no estaba previsto subirlo, ya que las prioridades eran otras. Una de las principales era el Col de l'Iseran, incluido precisamente en la Etapa 18 del Tour, con salida desde Saint Jean de Maurienne  y final en Tignes. 







Se me metió en la cabeza hacer el recorrido de la etapa completo, pero la ida y la vuelta se iba a 240 km, lo que no era muy sensato intentar. La solución fue dividirla en dos sectores, yendo esa misma tarde en coche hasta Bourg Saint Maurice, para volver en bici hasta Saint Etienne, y al día siguiente hacer ya la Etapa, volviendo a recoger el coche.


Pero el primer sector no sería para nada de “trámite”, ya que por medio estaba el Col de la Madeleine, otro de los grandes colosos de los Alpes que no conocía, y vaya puertaco…cuando llegué a su pie y vi la señal de Cima a 26 km, y con la sensación de que las piernas no respondían bien después del esfuerzo de la mañana, me desmoralicé un poco.

Lo cierto es que para los que no andamos mucho, afrontar este tipo de puertos es complicado mentalmente. Iba pensando, “sólo son dos  Palomas seguidos”, pero cuando van dos horas sin para de subir ya no sabes ni como ponerte en la bici.  Solo se tienes consuelo cuando pasas un kilómetro y ves en el cartel que el siguiente tiene una pendiente suave, hasta que por fin entras en los tres últimos y ya sabes que el sufrimiento acabará pronto…Tal cual fue la cosa, sintiendo gran alivio al coronar, después de 2:20 horas de subida.


Cima del Col de la Madeleine
Tras la foto de rigor en la cima, solo quedaba el descenso hasta el hotel, teniendo la sensación de que esta cara era más interesante. En total, otros 87 km y +1.700 m, para el cuerpo.















Saint Jean de Maurienne
Sin mucho tiempo de recuperación, el día siguiente había que seguir con el plan previsto. Así, tras el tramo “neutralizado” desde Saint Etienne de Cuines a Saint Jean de Maurienne  comenzaba el recorrido de la Etapa 19, con un perfil engañoso siempre ascendente hasta la cima del Col de l’Iseran, a donde se llaga con 100 km y 3.000 m de desnivel acumulado


Inicio Col de L’Iseran

Tras todo ese largo y pestoso tramo de aproximación, con alguna subidas ya de consideración como la côte de Saint-Andre o el Montée de d’Aussois, calificados de 3ª y 2ª categoría respectivamente, el Cocacola que me tomé justo al inicio del Iserán supo a gloria.

Subida Col de L’Iseran


En seguida eres consciente de que se trata de un puerto especial, con unos impresionantes paisajes, rodeados de picos nevados y numerosas cascadas, incluso  encontrando nieve en las cunetas en los kilómetros finales a pesar de estar a finales de Julio. 









Cima Col de L’Iseran
Fue todo un espectáculo, y el descenso, aún más impresionante si cabe.

Quedaba la subida a Tignes, pero iba ya tan castigado que tuve que recortar algo, aunque no quise quedarme sin visitar la zona de meta, presidida por un bonito lago y con vistas sobre el Glaciar de la Grande Motte.



Lago de Tignes


La etapa habría terminado con 130 km, pero añadiendo la bajada hasta el coche salieron 158 km y + 3.400 m. Seguro que no es lo ideal hacer el día antes de una Gran Prueba, pero había venido a jugar…




Tras pasar el resto del día tumbado, descansando todo lo posible, muy temprano había que estar en pie para ir a Albertville, buscar aparcamiento, y plantarse en la línea de salida, lo que resultó sorprendentemente fácil, pese a haber 15.575 inscritos. Nos dividieron en cajones de 1.000, que salían cada 7:30 minutos, todo perfectamente sincronizado, estando yo en el 9º, por lo que empecé 1 hora después que los primeros.






Salida L’Etape du Tour



El recorrido, el mismo de la última etapa alpina del Tour, en la que todo se decide, y en la línea de los últimos años: 135 km y 4.200 m de desnivel, con tres puertos. De inicio esperaba el Cormet de Roseland, otro superpuerto, menos conocido, de 22 km, y 1.500 m de desnivel. Nada más empezar a subir, las sensaciones eran mejores que el día anterior, siendo capaz de mantener un ritmo decente y empezando a pasar pronto a participantes con dorsales 8.000, lo que me iba animando.




Parte final Cormet de Roseland

La parte final, tras un descansito al paso por el Lac de Roseland, regala unas bonitas vistas, pero lo que  resultó espectacular y peligrosillo fue el descenso, de carreterita estrecha y con incontables curvas de herradura.


Bajada Cormet de Roseland

Dos caídas serias pude ver, y aunque ya en Bourg Saint Maurice, yo mismo estuve a puntito, al despistarme cogiendo un bidón, sin darme cuenta que había una isleta. El aviso de uno de los participantes, me permitió frenar en el último instante. 

Paso por Col de Longefoy


Tras el sustillo, tocaba aproximarse al segundo puerto, el Col de Longefoy, cortito, pero que sirvió para sumar 400 metros más de desnivel, y otro descenso complicado, en el que eché de menos los frenos de disco.









Ya solo quedaba la subida a Val Thorens, pero vaya subida. 33 km, y 2.000 m de desnivel del tirón esperaban, más o menos como subir a Borreguiles desde Granada. Incluso, la parte inicial por donde nos metieron, recordaba un poco a Hazallanas, aunque sin sus rampas extremas.


Inicio Val Thorens

Aquí ya abundaba gente que iba muerta, muchos tirados en las cunetas o andando a pie. Lo cierto es que hacía bastante calor, y los europeos del norte no deben estar acostumbrados. En cambio, yo seguí a mi ritmo, empezando a sobrepasar ya a dorsales del número 4 o 5 mil, que habrían salido sobre media hora antes, por lo que parecía no ir mal la cosa.


Pero la subida era larguísima, y tras pasar Les Menines, algo así como el Pradollano de allí, quedaban aún 10 km para la meta. Me esperaba que fueran más suaves, pero me equivoqué, siempre sobre el 8%, y con unos zigzag, donde las rectas se hacían interminables. 


Entrada en meta


Tras una galería, por fin divisé la estación, entrando en esta a falta de 2 km, y encontrando un descansito. Pero aún quedaban los 500 m finales, donde bruscamente la carreterita que parecía acondicionada para la ocasión se ponía al 14 %, resultando una llegada a meta al más puro estilo del Tour.


Un “fallo” que tuve, es que al hacer la inscripción fui muy optimista, y no elegí transporte hasta Albertville, pensando que podría volverme en la bici sin mayor problema. Durante la bajada, me llamó la atención la cantidad de gente que seguía subiendo, a los que aún les debía quedar sobre dos horas para llegar. Y los que a 30 km de meta, iban a pie, no me explico que es lo que pretendían… 

Terminada la bajada, desde Motiers quedaban aún 25 km. Confiaba en que se formara alguna grupeta, pero se ve que ya cada uno tiraba por donde le parecía, así que tuve que hacerlos casi en su totalidad en solitario, sin mayor interés que sumar hasta llegar a los 200 km. (135 de la prueba más 65 de vuelta a la “casilla de salida”).



La clasificación, no es para tirar cohetes, pero tras las palizas de los días anteriores, resultó mejor de lo esperado (3.223 de 10.134 llegados en tiempo a meta, y curiosamente, 1.677 de 10.084 en la subida a Val Thorens).


Para el último día, teniendo en cuenta que había que volver a Bérgamo, con tiempo para coger el avión, me reservé la subida al Col de L´Izoard, aprovechando que Briançon, justo a su pie, pillaba de paso. Casualmente, también se sube en el Tour este año, llegando desde el col de Vars y siguiendo hasta el Galibier. Me iba a quedar con las ganas de hacer también el recorrido completo, pero era imposible por tiempo y sobre todo físicamente. Me conformaría con hacer la vuelta por Guillestre para pasarlo en el mismo sentido de la carrera.


Tras los 30 primeros kilómetros, sin mucho interés, enlacé con la denominada Ruta de los Grandes Alpes, que pasa por buena parte de los grandes colosos (Iseran, Galibier, Croix de Fer o el propio Izoard). La aproximación, ya más interesante pasando por el desfiladero del Gull, con algún repecho pero suave. Y justo en el desvío en el inicio de puerto, ocurrió algo que no me podía creer…se había partido el cable del cambio. En un primer momento me entraron los nervios, porque con el piñón pequeño, era imposible afrontar una subida de 14 km, al 8 % de media, y obligatoriamente, tenía que estar montado en el coche sobre las 12:30 (tenía casi 300 km hasta el aeropuerto y el avión salía a las 17:00).

Tenía dos horas de tiempo, y como llevaba 50 km, la solución era volver por el mismo camino, aunque no lograría el último de los objetivos (me acordé mucho del cambio electrónico). Pero por fortuna, es un sitio plagado de ciclistas, así que al verme uno allí tirado trasteando el cambio, me pregunto (en francés) que pasaba, y chapurreando como pude se lo expliqué. Y para mi sorpresa, llevaba cables de cambio en la mochila…como la mecánica no es lo mío, no supimos ponerlo bien o algo fallaba, porque el cambio no iba, aunque sí lo pude dejar fijo en el 23, suficiente para subir, aunque atrancado y con más esfuerzo. 

Cima del Col Izoard



Los kilómetros pasaban lentos, pero a pesar del tiempo perdido, no me iba a retrasar más de la cuenta, así que al llegar arriba, la sensación de alivio era el doble, al haber salvado el día. Y como no, la bajada por la vertiente de Briançon mucho más atractiva, así que de volver a la zona, ya tengo diseñadas las rutas…las mismas, pero en sentido inverso.








Salvo la incidencia con el cambio, el Plan salió a la perfección, completando en 4 días los 5 recorridos previstos, para sumar 620 km y cerca de 14.000 m de desnivel acumulado (un Everesting y medio aproximadamente), pero sobre todo “experimentando la Leyenda del Tour de Francia”… creo que con esto, podría ya colgar la bicicleta tranquilamente…