Si
tengo que resumir en una sola línea la experiencia vivida en L’Etape du Tour,
diría simplemente que por la logística, el cuidado de los detalles, y sobre
todo el recorrido, realmente te hacen sentir que estás participando en una
Etapa de la gran Ronda Gala. De tener los medios y posibilidades, sería para
repetir año tras año, pero las complicaciones del viaje hasta los Alpes, solo
permiten visitar la zona muy de vez en cuando. Y una vez que estaba decidido a
ir, las ganas de conocer los grandes colosos alpinos que me faltaban, alguno de
los cuales también de paso en el Tour este año, hicieron que el plan fuera más
que ambicioso, planificando hasta 4 rutas más, a parte de la prueba.
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Salbertrand
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La
salida la haría desde Molbentrand, pintoresco pueblo donde pasé la noche, y
enseguida empecé a encontrar la carretera señalizada para alguna prueba
ciclista que se celebraba ese mismo fin de semana. Siguiendo las señales llegué
a Susa donde de inmediato comenzaba el puerto, con un cartel con números de
miedo: 16 km y 1.600 m de desnivel (10 %
de pendiente media..).
El
inicio, por el tipo de carretera y entorno, me recordó al Mortirolo, aunque más
suave y ya solo, el tramo asfaltado, es por sí un puerto de entidad de 10 km,
equivalente en dureza al Collado del Alguacil en Sierra Nevada, por ejemplo,
pero aquí quedaba por delante lo peor, los 6 km de tierra, por donde en un
principio se subía bien, pero que iba empeorando conforme se ganaba altura,
quedando “clavada” la bici en algunos tramos, con lo que la dureza se
multiplicaba. Incluso en alguna curva tuve que poner pie a tierra, nunca mejor
dicho, ya que pensaba que me caía…no sé como los pro podía pasar por ahí
“atopasto”.
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Por el sterrato del Colle delle Finestre
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Ya que por no atreverme a meter la Orbea nueva en el avión, había
vuelto a poner operativa mi antigua Conor (la wave ya no tiene arreglo), el
maltrato a la bici era menos “traumático”.
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En los
últimos kilómetros hizo acto de aparición la niebla, que me privó de ver la
vista de gran parte de la subda que se tiene desde la cima. Lo que no faltó fue
un selfie como el que publicó Froome en sus redes sociales durante el
reconocimiento del puerto.
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Cima
Colle delle Finestre
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La
bajada, ya de nuevo por asfalto, muy rápida hasta el cruce de la carretera que
lleva a Sestriere, otro lugar emblemático para el ciclismo, varias veces final
de etapa en Giro y Tour, y de gestas memorables realzadas por Pantani, Chiappucci,
el propio Indurain, o la reciente de Froome.
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Sestriere
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Tras
coronar, ya todo terreno favorable, completando 90 km y 2.400 m de desnivel
para “abrir boca”.
Por curiosidad, busqué qué prueba era la que se disputaba, y
resultó ser la Granfondo Sestriere-Colle delle Finiestre, habiendo coincidido
con el recorrido intermedio. (El Largo incluía un bucle final con nueva subida
a Sestriere por la vertiente opuesta, llegando a 120 km y + 3.600 m).
CLICK AQUÍ PARA VER RUTA: Salbertrand-Colle delle Finestre-Sestriere
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Saint Etienne de Cuines |
Nada
más terminar, traslado a Saint Etienne de Cuines, donde establecí el “campo
base”, lugar estratégico justo al pie del Col du Glandon, aunque en esta
ocasión no estaba previsto subirlo, ya que las prioridades eran otras. Una de
las principales era el Col de l'Iseran, incluido precisamente en la Etapa 18
del Tour, con salida desde Saint Jean de Maurienne y final en Tignes.
Se me
metió en la cabeza hacer el recorrido de la etapa completo, pero la ida y la
vuelta se iba a 240 km, lo que no era muy sensato intentar. La solución fue
dividirla en dos sectores, yendo esa misma tarde en coche hasta Bourg Saint Maurice,
para volver en bici hasta Saint Etienne, y al día siguiente hacer ya la Etapa,
volviendo a recoger el coche.
Pero el
primer sector no sería para nada de “trámite”, ya que por medio estaba el Col
de la Madeleine, otro de los grandes colosos de los Alpes que no conocía, y
vaya puertaco…cuando llegué a su pie y vi la señal de Cima a 26 km, y con la
sensación de que las piernas no respondían bien después del esfuerzo de la
mañana, me desmoralicé un poco.
Lo
cierto es que para los que no andamos mucho, afrontar este tipo de puertos es
complicado mentalmente. Iba pensando, “sólo son dos Palomas seguidos”, pero cuando van dos horas
sin para de subir ya no sabes ni como ponerte en la bici. Solo se tienes consuelo cuando pasas un
kilómetro y ves en el cartel que el siguiente tiene una pendiente suave, hasta
que por fin entras en los tres últimos y ya sabes que el sufrimiento acabará
pronto…Tal cual fue la cosa, sintiendo gran alivio al coronar, después de 2:20
horas de subida.
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Cima del Col de la Madeleine |
Tras la
foto de rigor en la cima, solo quedaba el descenso hasta el hotel, teniendo la
sensación de que esta cara era más interesante. En total, otros 87 km y +1.700
m, para el cuerpo.
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Saint Jean de Maurienne |
Sin mucho tiempo de recuperación, el día siguiente había que seguir con
el plan previsto. Así, tras el tramo “neutralizado” desde Saint Etienne de Cuines
a Saint Jean de Maurienne comenzaba el
recorrido de la Etapa 19, con un perfil engañoso siempre ascendente hasta la
cima del Col de l’Iseran, a donde se llaga con 100 km y 3.000 m de desnivel
acumulado
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Inicio Col de L’Iseran |
Tras
todo ese largo y pestoso tramo de aproximación, con alguna subidas ya de
consideración como la côte de Saint-Andre o el Montée de d’Aussois, calificados
de 3ª y 2ª categoría respectivamente, el Cocacola que me tomé justo al inicio
del Iserán supo a gloria.
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Subida Col
de L’Iseran
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En
seguida eres consciente de que se trata de un puerto especial, con unos
impresionantes paisajes, rodeados de picos nevados y numerosas cascadas,
incluso encontrando nieve en las cunetas en los
kilómetros finales a pesar de estar a finales de Julio.
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Cima Col de L’Iseran
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Quedaba la subida a Tignes, pero iba ya tan castigado que tuve que recortar algo, aunque no quise quedarme sin visitar la zona de meta, presidida por un bonito lago y con vistas sobre el Glaciar de la Grande Motte.
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Lago de Tignes
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La
etapa habría terminado con 130 km, pero añadiendo la bajada hasta el coche
salieron 158 km y + 3.400 m. Seguro que no es lo ideal hacer el día antes de
una Gran Prueba, pero había venido a jugar…
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Salida L’Etape du Tour
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Parte final Cormet de Roseland
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La
parte final, tras un descansito al paso por el Lac de Roseland, regala unas
bonitas vistas, pero lo que resultó
espectacular y peligrosillo fue el descenso, de carreterita estrecha y con
incontables curvas de herradura.
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Bajada Cormet de Roseland
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Dos
caídas serias pude ver, y aunque ya en Bourg Saint Maurice, yo mismo estuve a
puntito, al despistarme cogiendo un bidón, sin darme cuenta que había una
isleta. El aviso de uno de los participantes, me permitió frenar en el último
instante.
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Paso
por Col de Longefoy
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Ya solo
quedaba la subida a Val Thorens, pero vaya subida. 33 km, y 2.000 m de desnivel
del tirón esperaban, más o menos como subir a Borreguiles desde Granada.
Incluso, la parte inicial por donde nos metieron, recordaba un poco a
Hazallanas, aunque sin sus rampas extremas.
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Inicio Val Thorens |
Aquí ya
abundaba gente que iba muerta, muchos tirados en las cunetas o andando a pie.
Lo cierto es que hacía bastante calor, y los europeos del norte no deben estar
acostumbrados. En cambio, yo seguí a mi ritmo, empezando a sobrepasar ya a
dorsales del número 4 o 5 mil, que habrían salido sobre media hora antes, por
lo que parecía no ir mal la cosa.
Pero la
subida era larguísima, y tras pasar Les Menines, algo así como el Pradollano de
allí, quedaban aún 10 km para la meta. Me esperaba que fueran más suaves, pero
me equivoqué, siempre sobre el 8%, y con unos zigzag, donde las rectas se
hacían interminables.
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Entrada en meta |
Un “fallo”
que tuve, es que al hacer la inscripción fui muy optimista, y no elegí
transporte hasta Albertville, pensando que podría volverme en la bici sin mayor
problema. Durante la bajada, me llamó la atención la cantidad de gente que
seguía subiendo, a los que aún les debía quedar sobre dos horas para llegar. Y
los que a 30 km de meta, iban a pie, no me explico que es lo que
pretendían…
Terminada
la bajada, desde Motiers quedaban aún 25 km. Confiaba en que se formara alguna
grupeta, pero se ve que ya cada uno tiraba por donde le parecía, así que tuve
que hacerlos casi en su totalidad en solitario, sin mayor interés que sumar
hasta llegar a los 200 km. (135 de la prueba más 65 de vuelta a la “casilla de
salida”).
La
clasificación, no es para tirar cohetes, pero tras las palizas de los días
anteriores, resultó mejor de lo esperado (3.223 de 10.134 llegados en tiempo a
meta, y curiosamente, 1.677 de 10.084 en la subida a Val Thorens).
Para el último día, teniendo en cuenta que había que volver a Bérgamo,
con tiempo para coger el avión, me reservé la subida al Col de L´Izoard,
aprovechando que Briançon, justo a su pie, pillaba de paso. Casualmente, también
se sube en el Tour este año, llegando desde el col de Vars y siguiendo hasta el
Galibier. Me iba a quedar con las ganas de hacer también el recorrido completo,
pero era imposible por tiempo y sobre todo físicamente. Me conformaría con
hacer la vuelta por Guillestre para pasarlo en el mismo sentido de la carrera.
Tras
los 30 primeros kilómetros, sin mucho interés, enlacé con la denominada Ruta de
los Grandes Alpes, que pasa por buena parte de los grandes colosos (Iseran,
Galibier, Croix de Fer o el propio Izoard). La aproximación, ya más interesante
pasando por el desfiladero del Gull, con algún repecho pero suave. Y justo en
el desvío en el inicio de puerto, ocurrió algo que no me podía creer…se había
partido el cable del cambio. En un primer momento me entraron los nervios,
porque con el piñón pequeño, era imposible afrontar una subida de 14 km, al 8 %
de media, y obligatoriamente, tenía que estar montado en el coche sobre las
12:30 (tenía casi 300 km hasta el aeropuerto y el avión salía a las 17:00).
Tenía
dos horas de tiempo, y como llevaba 50 km, la solución era volver por el mismo
camino, aunque no lograría el último de los objetivos (me acordé mucho del
cambio electrónico). Pero por fortuna, es un sitio plagado de ciclistas, así
que al verme uno allí tirado trasteando el cambio, me pregunto (en francés) que
pasaba, y chapurreando como pude se lo expliqué. Y para mi sorpresa, llevaba
cables de cambio en la mochila…como la mecánica no es lo mío, no supimos
ponerlo bien o algo fallaba, porque el cambio no iba, aunque sí lo pude dejar
fijo en el 23, suficiente para subir, aunque atrancado y con más esfuerzo.
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Cima
del Col Izoard
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Los
kilómetros pasaban lentos, pero a pesar del tiempo perdido, no me iba a
retrasar más de la cuenta, así que al llegar arriba, la sensación de alivio era
el doble, al haber salvado el día. Y como no, la bajada por la vertiente de
Briançon mucho más atractiva, así que de volver a la zona, ya tengo diseñadas
las rutas…las mismas, pero en sentido inverso.
Salvo
la incidencia con el cambio, el Plan salió a la perfección, completando en 4
días los 5 recorridos previstos, para sumar 620 km y cerca de 14.000 m de
desnivel acumulado (un Everesting y medio aproximadamente), pero sobre todo “experimentando
la Leyenda del Tour de Francia”… creo que con esto, podría ya colgar la
bicicleta tranquilamente…
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