Después de los
Pirineos, Asturias era el segundo gran objetivo de la temporada, y tras la
primera incursión en la Semana Santa del año pasado, la excusa era la
participación en la III Clásica de los Puertos de Somiedo, y lo prioritario, visitar
los Lagos de Covadonga, teniendo además en cuenta que se suben en esta edición
de la Vuelta España.
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Los Lagos
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Dejando pasar una
semanita de descanso, tenía poco más de un mes para planificar y preparar las
rutas. En teoría, más duras que la de los Pirineos no iban a ser, aunque allí
no hay las fuertes pendientes del Angliru, por ejemplo, así que la idea era
centrarme en buscar las rampas más exigentes que tenemos a mano, y para eso,
que mejor que empezar en Jaén.
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Camino de
Albanchez
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Con los amigos
de Úbeda, hicimos una bonita ruta por la Sierra de Mágina, con las súbidas al
Puerto de Albanchez por Bedmar, donde ya encontré esas primeras rampas que
quería, y a Fuenmayor desde Torres, que era mi primera vez, y que no será la
última, ya que me resultó muy buena, y el entorno merece la pena.
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En Fuenmayor, con Alberto, su hermano (Eduardo) y su sobrino
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La vuelta, por
Baeza desde el Puente de Mazuecos, que no está considerado como puerto de
montaña en las páginas de altimetrías, aunque 9 km casi al 5% de media, no sé
cómo se llama.
CLIC AQUÍ PARA VER RUTA: Úbeda-Bedmar-Pto Albanchez-Torres-Fuenmayor-Jimena-Baeza
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Arriba en la Pandera
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Pero estando en
Jaén, y con vista en Los Lagos, no podía
dejar la ocasión de subir de nuevo la Pandera. Por variar un poco, diseñé la
vuelta con salida desde Fuensanta de Martos, hacia Castillo de Locubín y Alcalá
la Real, para pasar por la zona de Frailes, que no conocía, y terminar subiendo
desde Valdepeñas…como comentaban algunos amigos, que duro se hace, pero que
satisfacción da llegar arriba.
En la bajada,
reventón y “muerte” de la llanta delantera (que malas han salido las BH-EVO).
Conseguí llegar al coche como pude, pero se me fastidió el día, ya que están
fuera de garantía y no creo que tenga arreglo.
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En el Caminito del Rey
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La siguiente
salida de interés, fue desde Ronda y acompañado del amigo Alberto Martino. El
destino, el Caminito del Rey, pasando por Cuevas del Becerro y Ardales, para
subir el Puerto de Mesas de Villaverde, donde terminó la etapa de la Vuelta de
2015.
Con 7 km, y rampitas por encima del 10 %, no estuvo mal.
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"Meta" en Puerto de Mesas
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El regreso, desde Ardales a
el Burgo, por una carretera "super pestosa" y a Ronda, subiendo el Puerto del Viento, donde me encontré bastante bien (el
viento debía ayudar). En total 122 Km, y 2.100 m de desnivel, en algo menos de
5 horas.
Pero la “gran
ruta” en preparación de la Ciclo asturiana, sería en el “Pirineo del Sur”, con
salida desde Estepona, y un perfil que asustaba.
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Subiendo El
Madroño
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Solo se animaron los amigos Juan Gutierrez y Curro, lo que no impidió
que disfrutáramos de un día excepcional, en cuanto a ciclismo y meteorología.
De inicio, el Puerto del Madroño desde San Pedro de Alcántara, con sus 20 km,
metiéndonos en niebla conforme subíamos.
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Con Curro, en
Peñas Blancas.
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En la cima,
desvío hacia Pujerra y Juzcar, siempre animado con el tema de los Pitufos, para
llegar a Alpandeire y encarar el Puerto de los Perdigones. Tras una parada para
avituallarnos en Algatocín, bajada hacia el río Genal, para iniciar la subida a
Genalguacil, aunque en el desvío tuvimos que cambiar de plan porque la
carretera seguía cortada por obras.
Así que de nuevo la vuelta iba a ser por Jubrique (3ª vez este año), descartando subir a Los Reales.
Aún habiendo recortando
algo, 142 km y 3.370 m de desnivel (en poco más de 6:30), así que todo parecía
ir bien.
Pero a falta de
una semana para el viaje, en una de las salidas “rutinarias”, tuve una
inexplicable caída en una rotonda, y aunque a parte del raspón de rigor en la
cabeza del fémur, no perecía tener nada fastidiado, saltaron las alarmas. Tras
un par de días de recuperación, probé a montar, y pese a tener algunas molestias,
no era como para cambiar de planes.
La última prueba, antes de partir, fue con
el CC Jerez, en una salida especial al Charco de los Hurones, siempre
apetecible. Se formó un buen grupo, que permitió sortear el Levante de forma
cómoda a la ida, y volar con el viento a favor a la vuelta. (Este Verano es lo
que hay por la zona).
Y así, tiramos
para Oviedo, en esta ocasión, con la familia.
El mismo día de
la llegada, tenía ya previsto como toma de contacto hacer la subida al Naranco
(que también es final de etapa de la Vuelta 2016), pero justo a la primera
pedalada, comenzó a llover. Dudé si volver para el hotel, pero tras un par de
kilómetros parecía que escampaba, así
que seguí adelante, aunque el recuerdo de la caída, me hacía bajar “como una
niña de 8 años”. En las primeras rampas del Naranco, me encontré de nuevo la
lluvia, pero ya había que llegar arriba, aunque lo más interesante, la vista
sobre Oviedo, se fastidió por la niebla. El puerto en sí, no tiene mucha
dificultad, pero resulta entretenido al ir pasando por diferentes puntos de
interés, como la Iglesia de Santa María del Naranco, y tener el aliciente de
encontrar en la cima el Monumento del Sagrado Corazón de Jesús.
La primera
salida importante, quise que fuera la de Los Lagos, haciendo coincidir el
recorrido, con los últimos 80 km. de la etapa de la Vuelta, saliendo desde
Arriondas.
El inicio
rompepiernas, buscando Ribadesella, permitió disfrutar las primeras vistas
sobre el Cantábrico, que después en el Mirador del Fitu, eran ya
espectaculares. El puerto, a pesar de ir fresco, se agarraba bastante, pero es
que 4 kilómetros seguidos al 10%, pasa factura a cualquiera. Precísamente iba
pensando que el Fitu fue la “tumba” de Indurain, en aquella vuelta de 1996.
Rápida bajada
de nuevo hacia Arriondas, para tomar dirección Cangas de Onis, tras cruzar el
río Sella, por un falso llano que parecía no acabar y en el que el tráfico
empezaba a ser molesto. Por fin ya en Covadonga, justo al inicio de la subida,
un cotrol de acceso de vehículos, me hizo pensar que a partir de ahí ya apenas
habría circulación, pero todo lo contrario: el trásnsito de autobuses y
furgones era constante, cruzándose en puntos donde no cabían, con lo que las
paradas eran numerosas.
El Puerto en
sí, cumplió mis expectativas, recordándome la parte dura (La Huesera), a la
Pandera, y con el premio al final de llegar al Lago de Enol, pero
desmitificándolo un poco, creo que el turismo de masas lo desvirtúa: mucho
vehículo a motor, y pocas bicis. Yo no creo que vuelva a no ser que sea en la “Clásica
de los Lagos de Covadonga”, donde supongo que estará cerrado al tráfico.
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Subiendo Chuchu
Puercu
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Para el segundo
día, fueron muchas las opciones que barajé, teniendo en cuenta que después
tocaba traslado a Pola de Somiedo. Creo que me equivoqué: decidí ir al Angliru,
pero pasando antes por Chuchu Puercu y el Cordal. La salida desde Santa
Eulalia, en dirección a la Vega, donde enseguida ví que las rampas duras me
costaban más de la cuenta, sobre todo a partir del desvío por el camino rural
que lleva a la cima de Chuchu Puercu.
Los malos
presagios volvieron en el Cordal, pasándolo mal en el último kilómetro y medio,
al 12 % de media.
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Para otra
ocasión
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Aún así, me
dirigí de nuevo a la Vega donde tiene el inicio el Angliru, y afronté las
primeras rampas (las más suaves), pero en el primer tramo serio al 18 %, vi
claro que no era el día. No sé si era cansancio, o “autoregulación”, pero el
cuerpo no respondía. Opté por lo sensato, y di media vuelta. Quizá, los 2.000 m
desnivel que llevaba hasta ese momento (más los 2.500 del día anterior), eran
la explicación.
El día de la
Prueba, me levanté con sensación de cansancio, y el inicio directamente
subiendo el Puerto de Somiedo, (similar a las Palomas, por ejemplo), no ayudaba
a ir cómodo…teniendo en cuenta lo que esperaba por delante, pronto empecé a
pensar que no la terminaba.
Sin embargo, al
final del descenso, me encontré con un reagrupamiento, llegando justo en el
momento en que se reanudaba la marcha, con lo que ni tuve que parar,
colocándome sin querer en cabeza, lo que me permitió llegar en el grupo
delantero al pie del Puerto de Ventana, el más suave del día (estilo al puerto
de Montejaque).
A pie de San Lorenzo, otro parón, que me sirvió para tomar el
avituallamiento con tranquilidad, arrancando rápidamente y colocándome de nuevo
delante, lo cual animaba algo. Pero San Lorenzo, es ya otra historia, con 6
kilómetros finales, “terribles”, siempre sobre el 11 % de media…y volvieron los
pensamientos sobre el abandono.
El descenso
hacia la Riera, impresionante, dando la sensación de que era igual de duro o
más, llegando enseguida al cruce hacia la Farrapona, donde hay un cartel con la
información del Puerto: 18,5 km, y 1.100 m. de desnivel. Allí, tenía que
decidir: tirar ya para Pola de Somiedo, o acabar…Lo más fácil, dejarlo para el
día siguiente, que también tenía previsto salir…
Pero “para que
hacer las cosas fáciles, cuando se pueden hacer difíciles”,
El inicio era
suave, por el valle del río Saliencia (con un paisaje que recordaba a los
grandes puertos pirenaicos) y quizá con viento a favor, por lo que las
sensaciones eran mejores. Poco a poco, se ganaba altura, y se incrementaba la
dureza, hasta llegar a Saliencia, donde aguardaba la parte más dura. Quedaban
solo 6 km, pero la pendiente ya no bajaba del 8,5 %. Se hicieron larguísimos,
(casi hora y media de subida en total), pero finalmente se logró.
Como extra, la
vuelta a Pola de Somiedo, menos mal que casi todo hacia abajo.
En total, 138
km y 3.570 m de desnivel, en 6:20.
Y comprobando
las clasificaciones, a pesar de todo, tampoco estuvo tan mal: 112 de 360.
Para la
despedida, quería visitar la zona de Barzana, donde hay varios puertos
interesantes. La idea era hacer Cruz de Linares, porque me hacía gracia pasar
por “casa”, y Ermita de Alba, donde hubo final de etapa en la vuelta de 2015.
Pero estaba limitado por el tiempo, y sobre todo, por las pocas fuerzas que
quedaban.
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“Como en casa”
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Con salida
desde Caranga Riba, hasta el pie de Cruz de Linares, con terreno favorable, iba
perfecto, pero el inicio de puerto resultó durísimo, de nuevo, con 5 km
seguidos entorno al 10%. Precisamente en Linares, suavizaba, siendo la parte
final ya más cómoda. El descenso por la otra vertiente, espectacular (más
bonita y dura si cabe).
Buscando el
inicio de Ermita de Alba, había que volver a pasar por Caranga, por lo que ya
estuve tentado de quedarme en el coche, ya que veía que no iba a tener tiempo
suficiente para hacer el recorrido completo (a las 12.00 había que dejar el
hotel).
Pero en fin,
había que intentarlo. En el pie, un cartel informativo, advertía de lo que
esperaba: 7 km, los 6 primeros sobre el 10% de media y el último al 15 %. Empecé
a subir, pero ya con poca convicción, y cuando llevaba 1 km escaso, pensé que
ya no merecía la pena sufrir más…con lo hecho, ya estaba más que bien.
De los
Puertos previstos, han quedado pendiente Angliru y Ermita de Alba, y muchos otros más
(Cotobello, Jitu de Escarandi, Maravio…), así que será necesario volver (y con
más desarrollo).
A estas alturas
de temporada, parece que toca ir parando, pero enseguida surgen nuevas
historias. Una que tiene buena pinta, la “Alpujarra Magna”, en Lanjarón, aunque
también es muy apetecible, la “Granfondo Tajo e Serras”, en Santarem
(Portugal)…a ver que me consiente la familia.
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